miércoles, 24 de enero de 2007

Militarización, signo de los primeros 50 días de Calderón

ALONSO URRUTIA

Los primeros 50 días de gobierno de Felipe Calderón se han dado bajo el signo de la militarización, de un protagonismo sustancial del Ejército alentado desde Los Pinos. El mandatario se ha empeñado en sustentar un gobierno civil con un énfasis desmedido en las fuerzas armadas, señalaron los analistas Magdalena Gómez y Jorge Camil, al participar en un foro organizado por La Jornada y Casa Lamm sobre el tema.

Camil destacó que es sorprendente que Calderón haya comenzado más bien por el uso de la fuerza que por la utilidad del diálogo. Subrayó que el más importante sustento al que ha apostado es el combate al narcotráfico, como parte de un acto de legitimación. La pregunta es: ¿ha decidido el Presidente compartir el poder con las fuerzas armadas?

A su vez, Magdalena Gómez subrayó que el gobierno del panista michoacano ha pretendido revertir una ilegitimidad de origen con acciones espectaculares donde el Ejército tiene un papel central. Lo que pretende el nuevo gobierno es ganarse lo que no tiene: la credibilidad y la legitimidad.

Durante el mismo foro, el internacionalista Gustavo Leal aludió al elevado costo que tendrán para el país las facturas por pagar que tiene Felipe Calderón Hinojosa para su llegada al gobierno. Y ejemplificó con la Secretaría de Salud, cuya responsabilidad recae en un panista ultraconservador, José Angel Córdova; en el Instituto Mexicano del Seguro Social, el ex senador blanquiazul Juan Molinar Horcasitas, y en el ISSSTE un elbista que se desempeñó en el área de Seguridad Pública, Miguel Angel Yunes Linares.

En su intervención, Gómez subrayó que en los albores del nuevo gobierno, más que rebasar por la izquierda a la postura de López Obrador, lo que ha quedado claro es que Calderón es la continuidad del modelo neoliberal. Por añadidura, dijo que ha comenzado con acciones ilegales, como la centralización del mando policiaco sin reformar todavía la legislación, a lo que debe agregarse que en los hechos ha sido un gobierno civil que ha puesto un énfasis desmedido en el Ejército.

Tras cuestionar la conformación presupuestal que optó por golpear a la cultura y la educación, Gómez señaló que este gobierno dista de ser un proyecto alternativo de nación y sus primeras acciones sociales están lejanas de poder cumplir sus ofertas de abatir la pobreza, generar empleo y acabar con la inseguridad.

La especialista enumeró un conjunto de actos que han evidenciado la orientación del actual gobierno: el mismo día que anunciaba ante el Foro de Inversiones y Cooperación Hispano Mexicano que velaría por los derechos de los inversionistas, se detenía al dirigente de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, Flavio Sosa; su reivindicación del estado de derecho contrasta con el apoyo al gobierno oaxaqueño de Ulises Ruiz Ortiz.

Su reacción al alza en la tortilla, lejos de ser acciones de protección social, fue una oficialización de un incremento de 40 por ciento en el precio de ese alimento. Esto sin contar que sólo 5 mil de los 65 mil establecimientos acudieron al llamado gubernamental.

En su oportunidad, Camil reprochó que el gobierno de Calderón quiera regresar a viejos regímenes que utilizaron indiscriminadamente a los militares. Esto ha sido una confesión propia, cuando sostuvo que sería un presidente cercano a las fuerzas armadas, por eso no le preocupan las diversas críticas que han descalificado su excesivo militarismo, lo que muestra que no tiene idea de la perspectiva histórica.

Sin descalificar la necesidad de combatir al crimen organizado, Camil señaló que el uso del Ejército y el énfasis que le ha dado Calderón asemeja a la forma obsesiva como el presidente estadunidense, George W. Bush, ha enfrentado la guerra en Irak.

Camil subrayó que el Presidente incumplió su promesa de conformar un gobierno de coalición, por el contrario, se inclinó por un gobierno panista conservador y, en algunos casos, como el secretario de Gobernación, de línea dura. Esto, sin olvidar que el mandatario ha privilegiado más su relación con las fuerzas armadas que con los partidos políticos.

A su vez, Gustavo Leal hizo una crítica a los inconsistentes programas sociales que, ''si con Fox fueron malos, con Calderón están peor'', dijo en alusión a la evidente improvisación con que se han instrumentado, centrándose en el caso del sector salud.

Al respecto, criticó que las facturas que tiene por pagar Calderón, tienen un costo elevado en un sector fundamental. El analista señaló que se eligió al IMSS y al ISSSTE como espacios para liquidar facturas.

(La Jornada, 24 de enero de 2007J)

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jueves, 18 de enero de 2007

Ejército México sancionará a militares permitieron toma fotos con futbolistas

18/01/2007 - 20:08(GMT)
México, 18 jul (EFE)- El ministerio de Defensa mexicano ha decidido sancionar a los mandos castrenses que permitieron que jugadores del campeón de fútbol del Torneo Apertura, el club Chivas de Guadalajara, se tomara unas fotos con soldados y equipo militar, la pasada semana.

La toma de las fotos, que solicitó el dueño del Club Chivas, Jorge Vergara y que se concretó el pasado 12 de enero, fue reprobada en una carta privada que hoy reproduce el diario "Milenio" por el Secretario de la Defensa Nacional, el general Guillermo Galván.

El ministro ha dispuesto que "se apliquen de inmediato las medidas disciplinarias correspondientes a los responsables" de la iniciativa, señala la misiva dirigida al periodista Joaquín López Dóriga, columnista de "Milenio" crítico en su texto de ayer con la iniciativa.

Hace seis días los futbolistas accedieron a las instalaciones castrenses y se tomaron fotos con un grupo de soldados, quienes pudieron también tomarse fotos con ellos y pedirles autógrafos.

Entre las fotos hubo algunas de las estrellas del "Rebaño Sagrado", como se conoce popularmente a las Chivas, subidos en un tanque y rodeados de los militares.

En otras aparecen las estrellas del fútbol mexicano subidas a un Hummer.

El periodista López Dóriga se preguntó públicamente ayer en una columna si la institución castrense, había "autorizado esta mascarada" a lo que contestó también por carta de inmediato el general mexicano con el anuncio de una sanción.

Galván aclara que sólo se permitió "un encuentro deportivo entre el equipo de Guadalajara y el personal, pero de ninguna manera los actos que han sido difundidos", indica la misiva a la que tuvo acceso Efe.

El ministro asegura que intentará "preservar intacto el prestigio que con tanto esfuerzo ha alcanzado el Instituto Armado" al frente de la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena).

El Chivas utilizó las fotos en publicidad pagada donde el equipo aparece en formación con los soldados, formando todos ellos una estrella, con los soldados armados y los jugadores en calzón corto, con su camiseta rojiblanca.

Vergara, un excéntrico y controvertido empresario de Jalisco, oeste de México, acostumbra a promover este tipo de sesiones en lugares curiosos, emblemáticos o populares.

El Chivas de Guadalajara, equipo cuya mascota es una cabrita, es uno de los conjuntos más populares que hay en el fútbol mexicano.

EFE act/gb/chs

Terra/EFE

(Terra, 18 de enero de 2007)

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martes, 16 de enero de 2007

Calderón inaugura régimen militaroide

POR PINO PÁEZ
(Exclusivo para Voces del Periodista)

Felipito Calderón, cuya presidencia espuria le queda grandrísima, contlnúa en más de lo mismo: Dócil sirviente de los intereses trasnacionales; metido en el infierno de la corrupción y la impunidad imperante en las últimas décadas. Enemigo de la educación, su primera intención fue reducir el presupuesto del ramo, lo cual le fue enmendado por los legisladores que no quisieron involucrarse en ese atentado contra México. También propuso elevar el precio de los refrescos y cigarros.

En otro sentido, Felipito omitió considerar a los migrantes en el Presupuesto de Egresos para 2007. Ni un peso solicitó para hacer realidad 14 de los Programas de Protección de los Mexicanos en el Exterior. O sea, no le importa la suerte de nuestros miserables braceros que se arriesgan a ir a los Estados Unidos para buscar trabajo y ganarse unos dólares con el fin de subsistir; lo que les fue negado en su propia Patria. A Calderón nada le interesa que a los migrantes los maten, los tortturen, los balaceen. Su mentalidad es militaroide, represiva. Es notoria su taita de sensibilidad y calidad humana.

En el incipiente sexenio calderonista, la Comisión Nacional de Derechos Humanos denunció en su informe preliminar del 18 de diciembre, lo siguiente: en Oaxaca prosigue una "situación de conflicto", hubo 20 muertos, 349 detenidos y 370 lesionados. Precisó que la Policía Federal Preventiva "hizo uso excesivo de la fuerza; la vida institucional, dañada". Los miembros de la APPO continúan siendo agredidos y encarcelados.

Pero, eso si Calderón sostiene al gobernante Ulises Ruiz, quien se ha manchado con más de una docena de asesinatos en la entidad.

Según acuso Andrés Manuel López Obrador recientemente en Campeche, la familia del jefe de la Oficina de la Presidencia de la República Juan Camilo Mouriño Terrazo, trafica gasolina a través de la empresa Grupo Energético del Sureste. Creó un emporio en Campeche y ha empobrecido a los trabajadores. Al respecto, ese señor representa el macabro papel que desempeñó durante el sexenio salinista Joseph. Maríe Córdoba Montoya. Siempre está junto al presidente Calderón para escuchar lo que dicen y hacen los funcionarios que acuden a Los Pinos. Les aplica "marcaje personal", según se denunció en El Universal el 19 de diciembre pasado.

¡Qué sombrío panorama nos espera bajo un neosalinato! Por lo que se ve, el presidentito se encuentra aprisionado por el pulpo de los intereses creados prliistas, televisivos, banqueros, empresariales foxianos.

Calderón sigue en el más de lo mismo, con su campaña mediática a través de la televisión y la radio, al Igual que Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Salinas de Gortari, exaltando desde el inicio de su gobierno sus demagógicos actos.

En el equipo calderonista se ha infiltrado la corrupta Elba Esther Gordillo, quien colocó a su yerno Fernando González Sánchez como subsecretario de Educaci6n Básica en la Secretaría de Educación Pública.

Al respecto, Noé Rivera ex-operador político de Elba Esther Gordillo, denunció que González Sánchez fue contrabandista de relojes Rolex en un vuelo de San Diego-Tijuana, pegándoselos en el cuerpo bajo la ropa (entre 100 Y 150, con valor de decenas de miles de dólares.)

A Femando González Sánchez le ha llovido en su milpita. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) pidió su renuncia o destitución inmediata, debido a que es "inaceptable que el poder corrupto del sindicato se instale en forma descarada" en la Secretaría de Educación Pública" '

Agregó la CNTE que el yerno de 1a maestra Gordillo se caracteriza por su "servilismo y la obediencia a los intereses" de dicha maestra, lo cual garantiza "el monopolio podrido de la ex priísta en la SEP".

Por otra parte, Guillermo Aréchiga, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educaclón, expresó que parte del equipo de Josefina Vázquez Mota, titular de la SEP, "tiene los mismos nexos, la misma escuela y comparte orígenes en cuanto a una ideología de derecha". (La Jornada, 14/12/06)

Y sigue la mata dand: en el equipo calderonista: Jesús González Schmal, ex¬ presidente de la Comisi6n Especial de la Cámara de Diputados que investiga a la empresa Construcciones Prácticas, denunció públicamente que el ahora subsecretario de Educación Básica de la Secretaría da Educación Pública, Fernando González Sánchez, firmó en el Comité de Créditos del Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicio Sociales para los Trabajadores del Estado (FOVISSSTE) préstamos a favor de profesores y servidores públicos que adquirieron casas en Acapulco, que a la larga fueron vendidas a precio de regalo por el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB) a los hermanos Manuel y Jorge Bribiesca Sahagún, por conducto de la inmobiliaria Kilate. Dichos créditos fueron irregulares y ni siquiera los adquirentes lograron escriturar las propiedades.

EL EQUIPO CALDERONISTA, CONTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Autoritariamente, Felipe Calderón se he proclamado como adalid de la libertad de expresión. Pero ya en la práctica está afilando sus colmillos para censurar tan sagrado principio. José Gutiérrez Vívó, director general del Grupo Monitor reveló en la ceremonia de entrega de los premios nacionales de periodismo organizado por el Club de Periodistas de México, que antes de que tomara posesión el nuevo Presidente, el equipo calderonista le envío un mensaje: Están castigados. Vamos a ver cómo se comportan. Si quieren difundir nuestra información, bien; si no, también. Cuando consideremos que hay un buen comportamiento, entonces se arreglara una entrevista con el Presidente Calderón".

Al respecto, el connotado y valiente periodista comentó lo siguiente: "Parecerá increíble lo que voy a expresar, pero estoy muy consciente de lo que estoy diciendo: Nunca me había tocado, en 40 anos, que antes de que se tomara posesión de un cargo, se mandara un recado diciendo "están castigados. Vamos a ver cómo se comportan, vamos a ver su conducta. No nos importa que trasmitan la información de esta oficina de la Presidencia. ¿Qué pueden hacer? Y si se portan bien, en algún momento les dará una audiencia el señor Presidente para llegar a un arreglo".

Exclamó Gutiérrez Vivó: "Esto es una vergüenza que no se puede! tolerar. Simplemente no buscó apoyos que luego se mal entienden. pero es intolerable que a estas alturas, y en este mundo que tanto se dice que es transparente y globalizado, tengamos que escuchar esa. clase de mensajes que me parecen indignos de la Presidencia de la República y de quien perfectamente sé quien me los envió".

En parecidas circunstancias se encuentran los íntegros periodistas Carmen Aristegui y Ricardo Rocha.

¿Este es el régimen gobiernista defensor" de la libertad de expresión?

Por otra parte, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en manos del salinista Luis Téllez, ha descartado la iniciativa de concesionar una tercera cadena de televisión en México, que pueda hacer competencia a los monopolios de Televisa y de TV Azteca, con lo cual se sigue coartando una amplitud informativa que realmente pueda responder a la realidad de la Nación mexicana.

El equipo calderonista prosigue la misma tendencia dictatorial, derechista, conservadora, clerical. Los panistas santurrones se persignan por las mafias que cometen latrocinios durante todo el día, verdaderos hampones y saqueadores. Y en la noche dan gracias a Dios por sus atrocidades. Y hasta en el sueno cometen fechorías.

¿Cuánto durarán en el poder?

(Voces del periodista, enero de 2007)

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lunes, 15 de enero de 2007

Calderón: El grosero uso del Ejército

alvaro delgado

México, D.F., 15 de enero (apro).- A la intimidación social que implica el uso inconstitucional de las Fuerzas Armadas del país por parte de Felipe Calderón, quien suple la incompetencia y aun robustece la complicidad de la autoridad civil ante y con los capos del narcotráfico, se suma ahora la insolente utilización del Ejército para promocionar al equipo de futbol Guadalajara, propiedad de Jorge Vergara.

Vergara, cuya repentina transformación de vendedor de carnitas a magnate del futbol no se explica sin la colusión con miembros del poder público --como Francisco Ramírez Acuña, Vicente Fox y Marta Sahagún--, puede hacer con su equipo lo que le venga en gana, como lo hizo el año pasado, al disfrazar de payasos de circo a los jugadores, pero no tiene derecho a hacerlo con una institución de la República.

Por supuesto, la decisión de utilizar como patiños a 200 militares de la 15 Zona Militar, que posaron en fotografías propagandísticas para el negocio de Vergara, entre ellas en medio de tanques de guerra, tiene un único responsable: Felipe Calderón, cuya urgencia de afirmación personal y política coloca a las Fuerzas Armadas en el extremo del ridículo.

Si ya de por sí los mandos y tropas de las Fuerzas Armadas han sido expuestos al poder corruptor del crimen organizado y aun a la represión contra mexicanos, debido a la incompetencia de los políticos para contener conflictos sociales --por la vía del disfraz de militares con uniforme gris--, el uso de elementos y equipo castrense es más grave que una sola ocurrencia de quienes asaltaron el gobierno.

Nada más falta que los militares sean utilizados por modistos en pasarelas de modas. Ni siquiera Fox, que ya es mucho decir, usó de manera tan utilitarista al Ejército, que eventualmente puede beneficiarse en imagen con su sometimiento al dueño de las chivas, ciertamente el equipo de futbol más popular de México, integrado sólo por mexicanos y en búsqueda del segundo campeonato, en lo que se denominó “Operación bicampeonato”.

“Luego de conseguir el décimo primer título, chivas tiene como propósito ir por el bicampeonato y para ello se integran en un solo equipo, juntando la unión, la fuerza y la disciplina, tal y como lo hace el Ejército mexicano. Se tomaron dos fotos especiales, una posando en un tanque de guerra y con 200 militares alrededor, y una muy emotiva, donde se formó una estrella gigante de color verde militar y en medio los jugadores campeones del futbol mexicano”, dice el boletín del equipo de las chivas.

Y expresó Vergara: “La foto me encantó. Cumplimos un propósito que era la de agradecer al Ejército por todo lo que hacen por México y que tenemos en común que somos puros mexicanos y por supuesto exitosos.”

El mismo propietario del equipo de futbol mandó publicar desplegados en los diarios una “promesa de mexicanos a mexicanos”, dirigida al general de brigada Amado Enésimo Flores Morales, comandante de la XV Zona Militar, acompañada de una fotografía, en la que soldados forman una estrella, en medio de la cual se ubican los jugadores de chivas:

“Gracias por haber compartido con usted y los integrantes del heroico Ejército nacional a su cargo, la foto oficial de nuestro equipo. Prometemos, en honor a la patriótica misión que desempeñan (sic) incansablemente a través de la protección civil, solidaridad internacional (resic), socorro en desastres naturales, conservación del medio ambiente y trabajo social, que la próxima estrella que ya empieza a iluminarnos será para ustedes.”

Más allá de la empalagosa palabrería de Vergara, solapada por Calderón y el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván, esta grosera mezcla de jugadores de futbol y soldados es una violación clara a la Constitución y de la Ley Orgánica del Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos.

Calderón y su secretario de la Defensa Nacional sólo pueden hacer lo que la Constitución y las leyes los facultan y no lo que se le venga en gana, y en ninguna parte de las disposiciones los autoriza para que los elementos castrenses sean utilizados como actores y escenografía de negocios particulares, salvo que se quiere hacer pasar esa utilización como “acción cívica”.

En las Fuerzas Armadas haya oficiales dignos que, sin duda, deberán manifestar su repudio a una conducta que, en vez de enaltecerla, envilece a la institución armada. La disciplina, valor que priva en las filas del Ejército, no es atenuante ante la arbitrariedad y la frivolidad civil.

Apuntes

Ya se ha acreditado aquí, en varias ocasiones, que Calderón no es lo que dijo ser, y en una de las materias en las que se exhibe a plenitud es en la transparencia, que debe actuar conforme a la ley. Cualquier que quiera saber, por ejemplo, quiénes forman parte de la nueva alta burocracia en el portal de Internet de la Presidencia de la República no puede hacerlo, en contra de lo que dispone la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. A mes y medio del inicio del desgobierno, hay un aviso: “Agradecemos su comprensión y le comunicamos que en breve culminaremos con este proceso, por lo que nuevamente (sic) podrá consultar la información de su interés.” Pero la ley es la ley, mientras todos lo productos de consumo --tortillas incluidas-- siguen subiendo de precio y Calderón anuncia su más reciente puntada: Creación de empleo por decreto…

delgado@proceso.com.mx

(Proceso, 15 de enero de 2007)

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viernes, 12 de enero de 2007

Calderón: la tentación totalitaria

Jorge Camil

La reciente aparición de Felipe Calderón con chaqueta y gorra militar es preocupante, porque fortalece la creencia de que el régimen descansa cada vez más en las fuerzas armadas. Y aunque la salida fácil es la "guerra contra el narcotráfico", un tema que aplaudimos todos los mexicanos, por más que tenga matices parecidos a la "guerra contra el terrorismo" del señor Bush, es imposible separar el apoyo militar del acrimonioso conflicto electoral de 2006. En este contexto, la gorra de cinco estrellas pudiese estar más bien destinada a fortalecer la figura presidencial. (¿Quién se atreve a meterse con el comandante supremo de las fuerzas armadas?)

Tras el desastroso final de Vicente Fox se especulaba que Calderón iniciaría su mandato con algún hecho espectacular destinado a restablecer el orden, asegurar la gobernabilidad y comenzar a ganar la presidencia desde la presidencia. Algunos imaginaron que rompería el duopolio televisivo e iniciaría acciones legales contra los hijos de Marta Sahagún y el ex gobernador del estado de México. Se hablaba de tempranas iniciativas de ley destinadas a fomentar la competencia económica como paso inicial para erradicar los principales monopolios empresariales. Pero no. Aún no. Quizá jamás lleguen a materializarse en este sexenio las acciones surgidas del imaginario popular, de ese terco deseo de que las cosas cambien, de que lleguemos finalmente a la meta de esta interminable transición democrática. Calderón, en cambio, recurrió a la fuerza militar con excusa de perseguir al narcotráfico en su estado natal y reprimir el movimiento popular en Oaxaca. Y en cuanto al tema económico, propuso un raquítico Presupuesto de Egresos que indica la decisión de continuar privilegiando las finanzas por encima de programas sociales y culturales.

Si el prematuro uso de las fuerzas armadas mostró a un mandatario dispuesto a gobernar con el dedo en el gatillo, el rígido Presupuesto de Egresos, un documento sin pena ni gloria, anunció una presidencia opaca en la que el férreo control económico y administrativo será la prioridad de un régimen claramente neoliberal. Cero déficit, cero deuda, cero tolerancia. El Presidente se presentó como un avaricioso pater familias que gasta con cuentagotas el dinero que ingrese a las arcas de la nación. En un entorno así, los recortes sustanciales en educación pública, ciencia, tecnología y cultura nos dan la medida del hombre: ¡Adolfo Ruiz Cortines en pleno siglo XXI! Sin embargo, en cuanto al uso indiscriminado de la fuerza pública, que pudiese llevar al Presidente a caer en la "tentación totalitaria" de otras épocas, la decisión chocaría con las barreras levantadas durante nuestra inacabada transición democrática. La represión al estilo del rabioso Gustavo Díaz Ordaz, o del autoritario Luis Echeverría, independientemente del motivo, sería impensable de cara a los resultados electorales del 2 de julio. Una ventaja de medio por ciento, proveniente de un tercio del padrón electoral, difícilmente sirve de base popular para justificar el uso continuo e inconstitucional del Ejército para labores propias de los cuerpos policiacos.

Antes de caer en la tentación de regresar al pasado, el Presidente debería considerar que el régimen priísta, el modelo a seguir, contaba con un pacto social no escrito, y el consentimiento tácito de la mayoría, además de indisolubles lazos clientelares con obreros, campesinos y fuerzas populares. Más importante aún, ejercía un férreo control de facto sobre los medios de comunicación. Ese control, no obstante la censura y las veladas advertencias del actual secretario de Gobernación, sería insostenible frente a una libertad de expresión ganada en buena lid por los medios independientes en el contexto de la avasalladora revolución digital. (El presidente de Google, el buscador cibernético, declaró recientemente que el Internet constituye hoy día una garantía de libertad de expresión y democracia. Y tiene razón, porque en un mundo de youtube.com, flickr.com, myspace.com e innumerables blogs personales, en el que millones de noticias, fotos y videos se intercambian diariamente por usuarios privados alrededor del mundo, ¿cómo se podría detener el flujo de noticias de México al exterior y viceversa?)

Por otra parte, cualquier represión sin base popular, sujeta a la convenenciera alianza con el PRI, tendría que salir de una inopinada decisión de jugarse el todo por el todo. Calderón, un panista de la vieja escuela, de los que creían en la "brega de eternidad", se refugió al final en un gabinete partidista e incumplió su promesa de construir un verdadero gobierno de coalición. Continúa ostentándose como un gobernante abierto al diálogo, pero en la práctica designó a un secretario de Gobernación de línea dura con historial en Amnistía Internacional, y sigue privilegiando una preocupante relación con las fuerzas armadas.

¡Que no se equivoque el Presidente!, los Díaz Ordaz y los Echeverría quedaron sepultados en Tlatelolco. Hoy, el poder político se gana sólo con diálogo, convencimiento y democracia.

(La Jornada, 12 de enero de 2007)

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El comandante supremo

Gilberto López y Rivas

Las primeras semanas del presidente espurio de México, Felipe Calderón, confirman que sobre todo en política, forma es contenido. Su toma de posesión ilegal, rodeado de militares, a la media noche del último día de noviembre y la sesión del Congreso de la Unión en la que juramentó como titular del Ejecutivo, igualmente fuera de las normas y los procedimientos legislativos y constitucionales, protegido y cercado por el Estado Mayor Presidencial, son significativos en cuanto a qué esperar de un proceso marcado por el fraude electoral y la imposición violenta del candidato oficialista por parte de los poderes fácticos y el apoyo tácito de los altos mandos del Ejército y la Armada. Lo que mal comienza mal termina.

La casaca verde olivo y la gorra que ostenta el águila y las cinco estrellas del grado de comandante supremo de las Fuerzas Armadas que portaba Calderón el 3 de enero en Michoacán ­que nunca fueron utilizados por los presidentes priístas­ en una más de sus profusas reuniones con soldados en el corto tiempo de asumir el cargo; el aumento de salarios y recursos para los militares por encima de cualquier otro rubro o sector; la utilización masiva del ejército en operativos contra el crimen organizado en tres estados de la república en violación a la Constitución y, en particular, la violencia ejercida contra el pueblo oaxaqueño y la APPO, hacen pensar que Calderón más que presidente se asume como jefe supremo de la represión y el orden capitalistas.

En estas primeras semanas de la presidencia ilegítima, las acciones de su titular tienen una clara connotación militar y un involucramiento cada vez mayor del Ejército en misiones de seguridad pública y lucha contra el narcotráfico, lo que significa una confesión del fracaso de la Procuraduría General de la República, las secretarías de Seguridad Pública y Gobernación y la Agencia Federal de Investigación para contener el avance y las ejecuciones (más de 2 mil) de los cárteles de la droga en México y para garantizar una seguridad pública efectiva, profesional y respetuosa de los derechos humanos de los ciudadanos.

Ya en 1999 analizábamos las razones ­que continúan vigentes­ por las cuales las fuerzas armadas mexicanas se encuentran en desventaja en la lucha contra el narcotráfico: 1. El adiestramiento de los militares no va encaminado a prepararlos para misiones de seguridad pública y lucha contra el tráfico de drogas. 2. El crimen organizado por su poder económico penetra fácilmente las estructuras castrenses a través de su cooptación, corrompiendo a la institución armada desde la tropa hasta la alta oficialidad y convirtiéndola en cómplice de la acción delictiva. 3. Los recursos materiales de las fuerzas armadas están en desventaja con respecto al crimen organizado, el cual cuenta con los más modernos medios de comunicación e intercepción de señales, armamento, vehículos, aeronaves, navíos e infraestructura operativa. 4. La saturación de misiones de las fuerzas armadas traen consigo desgaste y deserciones: trabajo de inteligencia, seguridad pública, lucha contra el crimen organizado, represión de disidencias sociales y contrainsurgencia (las cuales abarcan diversas tareas de labor social y propaganda entre la población civil), contingencias y desastres naturales, etcétera. 5. Predominio del narcotráfico marítimo y en consecuencia fracaso en la contención de cargamentos ante la obsolescencia de las embarcaciones y los recursos de la Armada. 6. Resultados nulos, desprestigio, invasión de esferas de competencia entre sí (Ejército y Marina) y con diversas instituciones federales y estatales. 7. Inversiones inútiles en compra de transporte aéreo y marítimo inservible y riesgoso. 8. Nulo monitoreo del Congreso de la Unión y de la sociedad civil en el presupuesto militar, el cual resulta en un botín que propicia también la corrupción y la discrecionalidad en el gasto público. 9. Dependencia cada vez mayor de las fuerzas armadas mexicanas a Estados Unidos e incorporación de las mismas a los planes y mecanismos de dominio estratégico imperialista a través de la lucha contra el narcotráfico y ahora del "combate al terrorismo internacional".

A Felipe Calderón parecen no importarle estos señalamientos reiterados a lo largo de más de una década desde muy diversas perspectivas críticas, inclusive dentro de los reducidos sectores patrióticos de las propias fuerzas armadas (¡que los hay!), y ha inaugurado su gobierno usurpado a partir de una colaboración estrecha con los nuevos secretarios de Marina y Defensa Nacional encauzando la realización de operativos militares espectaculares condenados al fracaso y cuya finalidad es tranquilizar a quienes lo llevaron al poder, mostrando su mano firme y sus aficiones militaristas y represivas.

Así, lo más preocupante de estas primeras semanas de Calderón es el mensaje que está dando a los ciudadanos todos y a la oposición de izquierda en particular: 1. Soy un presidente ilegítimo repudiado por millones de mexicanos, pero cuento con el apoyo de los militares. 2. Mi prioridad como gobernante es la seguridad para los capitales y la mediatización y control de la disidencia y la protesta social. 3. No me importa recortar el presupuesto para la educación, la salud, la cultura y el gasto social mientras el sector castrense se sienta no sólo apoyado, sino estimulado para el desempeño de sus tareas.

No serán posibles la intimidación ni el repliegue de los movimientos sociales del pueblo mexicano ante estos intentos por hacer retroceder al país a etapas ya superadas por décadas de luchas civilistas, democráticas y de defensa de la soberanía e integridad de la nación. ¡La derecha no pasara!

(La Jornada, 12 de enero de 2007)

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México, con Calderón, podría estar en el inicio de un lento proceso de militarización

Carlos Fazio
Rebelión


Compañeros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO),de la Asamblea Popular de los Pueblos de México (APPM)y de la Fracción Parlamentaria del PRD en la Cámara de Diputados.


Dado que en otras ocasiones y en ámbitos diferentes me he referido a la situación de los derechos humanos en Oaxaca y a que durante el evento que nos convoca se rendirán diferentes testimonios de víctimas directas de la represión, quiero enfocar mi intervención en el análisis de la coyuntura y las tendencias hacia la conformación de un nuevo régimen autoritario en nuestro país.

México vive un larvado proceso de fascistización. Si no se lo frena ahora, su consecuencia lógica puede ser la consolidación de un Estado terrorista. Conviene tomar en cuenta que el terrorismo de Estado es algo más que la violenta implantación de un régimen dictatorial: es una política cuidadosamente planificada y ejecutada que responde a un proyecto de dominación de clase tendiente a configurar un nuevo modelo de Estado que actúa pública y al mismo tiempo clandestinamente a través de sus estructuras institucionales.

El estado de Jalisco, en 2004, con Francisco Ramírez Acuña, y los estados de México y Oaxaca, en 2006, bajo las gubernaturas de Enrique Peña Nieto y Ulises Ruiz, respectivamente, son sendos laboratorios para la imposición de un nuevo modelo de dominación a nivel nacional. En dichos casos, el Estado abandonó abierta o encubiertamente el imperio del derecho y adoptó formas de excepción, dando vigencia a la máxima latina “lo que place al príncipe tiene fuerza de ley”. En esos casos, los gobernadores de Jalisco, estado de México y Oaxaca contaron con el aval del ex titular del Poder Ejecutivo, Vicente Fox, y con la actuación violenta de fuerzas coercitivas, locales y federales.

El uso de la fuerza guarda relación con la pérdida de hegemonía del bloque de poder, a través de sus representantes políticos y portadores ideológicos, lo que obligó a la adopción de formas excepcionales para la solución de las crisis. La fractura en el bloque de poder −la ausencia de consenso político por parte de los intereses del capital monopólico y las constantes disputas entre las fracciones de clase dentro del bloque dominante−, y la ineficacia de los instrumentos coercitivos que garantizaban un consentimiento condicionado de las clases subordinadas −verbigracia, la incapacidad de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) para encauzar la lucha de clases dentro de los canales legitimados por el sistema−, llevaron a la sustitución de los mecanismos de dominación. Cuanto más graves y catastróficas sean estas crisis, más excepcionalidad adquirirá la forma del Estado; más apelará el bloque de poder a los estamentos militares y paramilitares (escuadrones de la muerte, sicarios a sueldo, policías ministeriales, municipales y auxiliares vestidos de civil, como ocurre hoy en Oaxaca) para resolver de manera coercitiva lo que no le es posible ya lograr por el consentimiento.

Guiados por una fría racionalidad tecnocrática institucionalizada, en la coyuntura del 2006, el fraude electoral −un nuevo fraude de Estado montado en parte sobre el voto del miedo−, así como la represión violenta de tipo contrainsurgente en la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas (Michoacán), San Salvador Atenco (estado de México) y Oaxaca, y un virtual estado de sitio en torno al Palacio Legislativo de San Lázaro (en vísperas y durante el sexto informe de gobierno foxista y el cambio de mando Fox-Calderón), han sido las formas de control directo del Estado y el acomodamiento del mismo a las necesidades de los intereses estratégicos afectados.

De manera gradual desde la insurrección campesino-indígena del EZLN en Chiapas (1994), México ha vivido un lento proceso de militarización de todo el aparato del Estado y adoptado cada vez más formas propias de un Estado de excepción. El Estado-mediación ha ido cediendo espacio al Estado-fuerza, lo que, de suyo, implica la elaboración de un nuevo derecho de base esencialmente discrecional en cuanto a las facultades de los poderes públicos, sin sujeción a criterios de razonabilidad y autolimitación.

La “legitimación” del uso de la represión violenta desproporcionada y la práctica de la tortura contra grupos altermundistas en Jalisco (2004), por el secretario de Gobernación del régimen actual, Ramírez Acuña, y la reproducción aumentada del nuevo modelo autoritario en Michoacán, Atenco y Oaxaca (2006), configuran un Estado contrainsurgente en ciernes. Una nueva “filosofía” y un nuevo tipo de dominación que, con el aval de Felipe Calderón desde antes de asumir el cargo como presidente impuesto, y con el concurso del Ejército, la Marina de Guerra, la Policía Federal Preventiva (PFP), la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y la actuación de grupos paramilitares, exhibe de manera descarnada, en Oaxaca, la nueva faz de un Estado clandestino que utiliza el crimen y el terror como método.

Asimismo, como laboratorio del horror, Oaxaca exhibe la impunidad fáctica y jurídica de “las fuerzas del orden”, amparadas por un sistema judicial cómplice y temeroso, que ha sido usado como instrumento de represión, persecución política y amedrentamiento. Una impunidad total para matar, secuestrar-desaparecer, aprisionar, torturar, vejar, humillar, violar sexualmente y trasladar a miles de kilómetros, fincándoles cargos múltiples, a disidentes políticos considerados “vándalos”, “subversivos” o “terroristas” según la lógica que impera en las estructuras del poder dominante, local y federal.

Ante la incapacidad de las viejas formas de dominación para defender el orden capitalista dependiente y contrarrestar la contestación social en ascenso, la clase en el poder incorpora una actividad paralela del Estado mediante una doble cara de actuación de sus aparatos coercitivos: una pública y sometida a las leyes, y otra clandestina, que aplica el “terror benigno” al margen de toda legalidad formal.

La conformación de un “gabinete de choque” por el espurio Calderón, con la llegada del ex subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, Agustín Carstens, a la Secretaría de Hacienda y el “padrino” Francisco Ramírez Acuña a Gobernación −prontuariado por organizaciones humanitarias por los delitos de tortura, detenciones arbitrarias e incomunicación de prisioneros y ahora dotado de amplias facultades para coordinar acciones de seguridad nacional−, anticipaban ya, en diciembre pasado, un gobierno de “mano dura” afín a los intereses cupulares del Consejo Coordinador Empresarial y sus aliados transnacionales.

Asimismo, la designación de dos hombres extraídos de los sótanos de la seguridad del Estado, Eduardo Medina Mora y Genaro García Luna, en la Procuraduría General de la República (PGR) y la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP), respectivamente, formó parte del mensaje autoritario inicial del nuevo gobierno. La reubicación en puestos clave del área de seguridad, de dos hombres que participaron en tareas de mando en los hechos de violencia estatal antiterrorista en Michoacán, Atenco y Oaxaca, no sólo dio una idea del continuismo del régimen de derecha panista sino que evidenció la voluntad del titular del Ejecutivo federal de persistir en las políticas de escarmiento y terror disuasorio, violatorias de los derechos humanos, del gobierno anterior.

La tendencia hacia la conformación de un régimen de fuerza de nuevo tipo, sustentado en el poder de las armas, el terrorismo de Estado y la censura previa,2 y no en la Constitución, las leyes y la civilidad republicana, se ha venido confirmando con la militarización de la seguridad interior vía la presunta “guerra” contra el crimen organizado (operativos castrenses Michoacán, Tijuana y Sinaloa) y el proyecto de reingeniería de los órganos de seguridad del Estado, que comprende la creación de un Cuerpo Federal de Policía y gendarmerías supervisadas por el Ejército en localidades con menos de 20 mil habitantes así como la figura de un nuevo “zar” antidrogas.3



Calderón: ¿mano militar?



Felipe Calderón dijo en campaña que tenía la “mano firme” para restablecer “el orden y la seguridad” en México. Y desde que asumió la Presidencia ha esgrimido un vocabulario bélico e incluso se exhibió en indumentaria militar. Sin embargo, en política, la forma y los símbolos importan. Por eso, el “estilo personal de gobernar” del actual titular del Ejecutivo ha arrancado algunas expresiones de alerta.

Desde un primer momento, Calderón, quien ganó los comicios por medio punto porcentual y cuya legitimidad ha estado acotada por la sombra de un megafraude de Estado, ha querido significar su asociación con las Fuerzas Armadas. Ningún otro asunto ha recibido tanta atención en los medios masivos de comunicación, en particular en la radio y la televisión, como los anuncios de la Presidencia para mostrar su cercanía con las instituciones armadas.

En el primer minuto del 1 de diciembre pasado, en una ceremonia sin precedentes en la vida republicana de México, Calderón asumió la titularidad del Poder Ejecutivo en la residencia oficial de Los Pinos rodeado de militares. En un acto simbólico de traspaso del poder, su antecesor, Vicente Fox, se despojó de la banda presidencial y la entregó a un cadete del Colegio Militar. Acto seguido, ya investido como mandatario, Calderón tomó protesta a los miembros de su gabinete de Seguridad Nacional.

Horas después se produciría su agitada toma de mando ante un Congreso militarizado. Pero lo más significativo de ese 1 de diciembre fue la presencia de Calderón en el Campo Marte, donde presenció un desfile castrense y luego, exceptuándolos de la austeridad burocrática, anunció un aumento salarial para los miembros de las instituciones armadas.

Con posterioridad, en el marco de una gran cobertura mediática y contraviniendo el texto del artículo 129 constitucional, que prohíbe a las Fuerzas Armadas ejercer en tiempos de paz funciones que no tengan “exacta conexión con la disciplina militar”, lanzó su “guerra” contra el narco y la delincuencia organizada mediante la intervención combinada de soldados del Ejército, infantes de Marina y las policías de todos los niveles en Michoacán, Baja California y Sinaloa, estados detectados como los principales “focos rojos” de la criminalidad.

Previamente había ordenado transferir 7,500 efectivos de la Tercera Brigada de Policía Militar y 2,500 de la Marina de Guerra a la Policía Federal Preventiva, confirmando el carácter paramilitar de ese cuerpo, en un hecho que entraña, a la vez, una contradicción, ya que la tarea de prevención del delito no se lleva con la preparación y la actividad castrenses.

En el Presupuesto para el año fiscal aprobado en diciembre por el Congreso, se registró un aumento significativo en el rubro seguridad, en detrimento de otras áreas como educación y cultura. Así, el presupuesto de la Secretaría de Seguridad Pública pasó de 9.5 mil millones de pesos en 2006 a 13.6 mil millones para 2007; el de la Secretaría de la Defensa Nacional aumentó de 26.9 mil millones de pesos a 32.2 mil millones, y el de la Marina pasó de 9.4 mil millones de pesos a 10.9 mil millones de pesos para los mismos años.4 Por su parte, la Secretaría de Gobernación gastará casi 40 por ciento de su presupuesto en inteligencia estratégica y seguridad nacional.5

Por otra parte, el 3 de enero pasado, en la que fue su primera actividad pública en 2007, el Presidente se presentó en el cuartel principal de la 43ª. Zona Militar, en Apatzingán, Michoacán, ataviado con una gorra de cinco estrellas y casaca militar de combate, rindió “tributo” a las Fuerzas Armadas y compartió el “rancho” (el pan y la sal según la jerga castrense), con los soldados. Desusado en México, el gesto fue interpretado como un intento por ostentarse como comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Pero también fue visto como una manera de demostrar que cuenta con el apoyo del Ejército después de una elección muy cuestionada. Miguel Angel Granados Chapa habló incluso de la “sujeción” del presidente de la República a las Fuerzas Armadas.6 Y la portada de la revista Proceso de esta semana es de suyo elocuente: “El rehén”, es el título de portada que atraviesa una foto que exhibe a Calderón con quepí militar y uniforme de faena verde olivo, rodeado de mandos castrenses.7

Los espectaculares y multipublicitados operativos conjuntos del Ejército, la Marina de Guerra y las distintas policías contra el narco y la delincuencia organizada han arrojado hasta ahora magros resultados. Lo que sí avanza de facto es la reestructuración de todas las policías bajo un mando único a nivel federal.

El proyecto ha sido elaborado por expertos en contraterrorismo que han pasado por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), la Policía Federal Preventiva (PFP) y la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), con asesoría de mandos militares, de la Guardia Civil española, la policía francesa y otras corporaciones extranjeras como la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y la agencia antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Sin que hayan sido aprobadas por el Congreso las reformas legales correspondientes para su creación, el nuevo Cuerpo Federal de Policía (CFP) fusionará y asumirá las atribuciones, facultades, capacidades y la operación de la Policía Federal Preventiva, la Agencia Federal de Investigaciones y la Inspección Migratoria, y muy posiblemente también a la Policía Fiscal, que hoy depende de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

De manera provisoria, hasta que el Congreso apruebe las modificaciones, el mando de la CFP −que hará las veces de una policía nacional encargada de la seguridad, pero también del control de los movimientos políticos y sociales−, ha sido encomendado al general de Brigada Ardelio Vargas Fosado, quien el 15 de diciembre pasado fue designado comisionado de la PFP y director de la AFI, simultáneamente.8

El general Vargas, quien inició su carrera en el área del espionaje político en la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS) y fungió como director de investigaciones en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), antes de ser nombrado jefe del Estado Mayor de la PFP, cargo desde el cual dirigió en el terreno los operativos contrainsurgentes en San Salvador Atenco y Oaxaca, en 2006, comandará una fuerza de 40 mil hombres.

Asimismo, el comisionado tendrá bajo su mando a cinco comisarios, cada uno a cargo de un área específica: policía ciudadana, policía auxiliar del Ministerio Público, aduanas, migración e inteligencia. Esta última, cuyo comisario designado es Ignacio Nemesio Lugo, se encargará de investigar terrorismo y grupos armados.9

Trascendió que en la creación de la figura de un “zar” antidrogas, el gobierno de Calderón ha trabajado de manera estrecha con autoridades de Estados Unidos adscritas al área de seguridad nacional y altos mandos militares. Se anticipa, también, que el nuevo “zar” antinarcóticos tendrá vínculos directos con todas las áreas de los departamentos de Estado y del Tesoro, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y la agencia antidrogas de Estados Unidos. Se prevé incluso la instalación de más oficinas de la DEA en territorio mexicano.10

En el marco del Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), igual que Vicente Fox, en el gobierno de Calderón la política interior de México forma parte de la agenda de seguridad nacional de Washington. Por su asimetría, la militarización y transnacionalización de los “esfuerzos bilaterales” del combate contra el crimen organizado y el terrorismo, significa, para México, una cesión de soberanía.

Por otra parte, cabe apuntar que la “guerra” del Estado contra el crimen organizado plantea un falso dilema. Se podrá controlar, administrar o acotar al hampa. Pero no derrotarla. Porque en México existe una corrupción institucionalizada. La criminalidad organizada ha tenido un desarrollo endógeno. No se trata de un fenómeno paralelo, ajeno a las estructuras del Estado. Ha crecido al interior mismo de la estructura de poder. Atraviesa a las grandes empresas, la banca privada, las Fuerzas Armadas, la Procuraduría General de la República, el aparato judicial, la clase política.

Con medidas de tipo policial y militar, Calderón podrá intentar devolver cierta autoridad al Estado y un mínimo de orden a la sociedad. Que paren las decapitaciones y la violencia extrema. Pero nada más, salvo intentar legitimarse.

Para derrotar a la criminalidad se necesita reformar a fondo las injustas estructuras. Pero esa no es la “misión” del proyecto conservador de Felipe Calderón.

De allí que, como decíamos al principio, lo que se avizora para México sea un nuevo modelo autoritario de seguridad. Un Estado de corte cada vez más policial-militar, basado en prácticas de tipo contrainsurgente. Un nuevo Estado de excepción, que con la excusa de combatir a los cárteles y las mafias, esté dirigido a controlar y/o aplastar a los movimientos sociales y a la disidencia política interna.

México viaja a contracorriente de los vientos de fronda que azotan la geografía latinoamericana. Con Calderón, presidente débil, podríamos estar asistiendo a un proceso de bordaberrización del Estado. La expresión alude a la experiencia uruguaya protagonizada por el presidente Juan María Bardaberry, quien llegó al gobierno en 1972 mediante un fraude electoral y un año después, con apoyo de los militares, disolvió el Parlamento, ilegalizó los sindicatos, cerró la Universidad y dio inicio a un proceso cívico-militar basado en la represión, la desaparición y la tortura, de la mano de una Doctrina de Seguridad Nacional patrocinada por Estados Unidos en todo el Cono Sur de América Latina.

Es decir, México, con Calderón, podría estar en el inicio de un lento proceso de militarización bajo fachada civil, sustentado en leyes de excepción.

Al respecto, cabe recordar, finalmente, que, como decían los clásicos y sucedió en Uruguay y otros países de la región, “las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas”.



1 Carlos Fazio, profesor investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y profesor de asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista y escritor. Colaborador de La Jornada.

2 En enero de 2007, el director general de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación, Eduardo Garzón Valdez, contraviniendo el artículo séptimo constitucional, censuró un programas en medios electrónicos de Andrés Manuel López Obrador, para transmitirse con cargo a los tiempos oficiales del Partido de la Revolución Democrática, donde había fragmentos de su toma de posesión como “presidente legítimo” de México.

3 Gustavo Castillo García, “Plantea el gobierno gendarmerías para pueblos con menos de 20 mil habitantes”. La Jornada, 17 de diciembre de 2006

4 José Luis Piñeyro, “Gasto, ¿público?”. El Universal, 6 de enero de 2007.

5 Fabiola Martínez, “Usará Gobernación 40% de su gasto en inteligencia y seguridad nacional”. La Jornada, 27 de diciembre de 2006.

6 Miguel Angel Granados Chapa, “La sujeción”. Revista Proceso número 1575, 7 de enero de 2007.

7 Ver portada de la revista Proceso número 1575, 7 de enero de 2007.

8 Gustavo Castillo García, “Arranca en los hechos unión de AFI y PFP bajo mando de Ardelio Vargas”. La Jornada, 16 de diciembre de 2006.

9 Gustavo Castillo García, “Plantea el gobierno gendarmerías para pueblos con menos de 20 mil habitantes”, ya citado.

10 Gustavo Castillo García, “Estrecha colaboración México-EU para crear la figura de zar antidrogas”. La Jornada, 5 de enero de 2007.

(Rebelion.org, 12 de enero de 2007. Ponencia presentada en el Foro Nacional por la Defensa de los Derechos Humanos en Oaxaca el pasado Martes 9 denero)

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viernes, 5 de enero de 2007

Comandante supremo

Carmen Aristegui

Las imágenes del presidente Felipe Calderón vestido con uniforme de campaña, portando una gorra de cinco estrellas y el escudo nacional, esta semana en Apatzingán, no pueden ser ni casuales ni pasar desapercibidas. Son el síntoma de algo grave. El debilitamiento de las fuerzas políticas mexicanas a raíz de una disputa desordenada, intervenida y violenta por la Presidencia de México, no sólo ha dejado al país dividido, sino que ha hecho irrumpir a la estructura militar como la única garante visible de la estabilidad nacional. La notable mayoría de los actos públicos del gobierno federal ha tenido a las Fuerzas Armadas como protagonistas indiscutibles.

Horas antes de que formalmente se realizara la atropellada ceremonia de traspaso de poder en San Lázaro el 1o. de diciembre, los mexicanos vimos, en la madrugada de ese día, una escena que hablaba de la gravedad de la crisis política por la que atravesaba nuestro país en esos momentos, producto de la impugnación electoral. Vicente Fox entregaba la banda presidencial no a un civil legislador, como lo indica la ley, sino la entregaba -con un simbolismo mayúsculo- a un joven cadete del Ejército mexicano. La ceremonia no era ante el Congreso, sino ante las cámaras de televisión. Horas más tarde, nuevamente el Ejército establecía condiciones de seguridad y de contención dentro y fuera de San Lázaro, que hacían pensar más en un estado de sitio que en una ceremonia republicana.

Una vez que Felipe Calderón asumió el mandato como presidente de México, de la manera en que lo asumió, el Ejército no ha abandonado su visible presencia en todos los actos de gobierno. Cuando se informó sobre las primeras acciones que incluían un plan de austeridad para todo el gobierno, tuvo que hacerse un anuncio aparte, horas después, para hablar de la excepción: para el Ejército no habría recortes sino todo lo contrario: se presupuestarían aumentos importantes.

Cuando se decidió desmovilizar a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, y encarcelar a quienes apenas unos días antes eran considerados interlocutores, el papel del Ejército fue central. Ahí se vio con mucha claridad la frontera rota, desde hace ya varios años, entre la actividad policiaca y la milicia.

Memorable es la fotografía de un soldado que se está quitando su uniforme original para ponerse uno de policía, antes de participar en los operativos. Están ahí las múltiples denuncias y señalamientos nacionales e internacionales sobre violaciones graves a los derechos humanos, de las que tendrá que hacerse cargo el gobierno de la República. Vino también el anuncio formal de la transferencia de miles de efectivos militares (7 mil 500 militares y 2 mil 500 marinos ya no sólo para incorporarse a distintas unidades policiacas, sino, según se sabe, ahora van agrupaciones navales completas, es decir, mandos incluidos) para fortalecer a los cuerpos policiacos federales y emprender acciones como las vistas en los últimos días en Tijuana y Michoacán. No sólo se han engrosado con militares las corporaciones policiacas, sino que se ha decidido también la concentración de mandos. El nombramiento de Ardelio Vargas Fosado como comisionado de la Policía Federal Preventiva, y al mismo tiempo como director de la Agencia Federal de Investigación (AFI), ha preocupado a varios especialistas. Ayer, el periódico La Jornada publicó las declaraciones que el constitucionalista Miguel Ángel Eraña hizo a Laura Poy Solano, en las que establece sus preocupaciones frente a esta medida que consideró ilegal e inconstitucional: imponer un solo mando a los cuerpos de seguridad con este nombramiento es "alentar un régimen de facto de concentración de poder policiaco que violenta la división de poderes y podría convertirse en un leviatán autocrático".

Cabe destacar también la intensa campaña de spots difundidos desde la Presidencia, en la que se destaca a las Fuerzas Armadas como garantes de la legalidad, las instituciones y el orden. ¿Cuántos impactos en radio y televisión se han transmitido con la voz de Felipe Calderón diciendo: "es para mí un honor comandar a una organización militar surgida del pueblo, identificada con el pueblo y consagrada al pueblo..." desde la salutación militar en el Campo Marte, apenas unas horas después de la accidentada llegada al poder? En su conjunto, las acciones gubernamentales colocan al Ejército y a la Marina, en principio, como el eje de la estrategia anticrimen del gobierno de Calderón; es deseable que -una vez echada a andar- arroje resultados positivos para contener y abatir los índices escandalosos de criminalidad relacionados con el narcotráfico y la delincuencia organizada. Sin embargo, es claro que estamos, fundamentalmente, frente a la columna vertebral de una estrategia de comunicación social, basada no sólo en el recordatorio, sino en la ostentación reiterada del principio del monopolio de la violencia como sostén del ejercicio del poder.

¿Cómo debe entender la sociedad mexicana todos estos mensajes? ¿Qué es exactamente lo que nos quiere decir Felipe Calderón con esta reiterada presencia suya, rodeado permanentemente de militares? ¿Qué le depara a México con un horizonte verde olivo?.

(El Norte, 5 de enero 2007)

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jueves, 4 de enero de 2007

Vestido de militar, Calderón rinde "tributo" a las fuerzas armadas

Ordena a efectivos no desfallecer en la lucha contra el hampa; tendrán alza salarial sustancial, reitera

CLAUDIA HERRERA, ERNESTO MARTINEZ ENVIADA, CORRESPONSAL

Apatzingán, Mich., 3 de enero. Vestido con chamarra y gorra militares, el presidente Felipe Calderón empezó el año rindiendo tributo a soldados, marinos y policías, que ­dijo­ han logrado detener el avance de la delincuencia en la primera fase de los operativos de seguridad, y a quienes ordenó que no desfallezcan en esta tarea.

Acompañado por los integrantes de su gabinete de seguridad, desayunó o ­como él dijo en términos de la jerga militar­ compartió "el rancho" con unos 250 elementos de las fuerzas federales en el Zona Militar número 43 del Ejército Mexicano.

El Ejecutivo realizó su primera actividad pública de 2007 en esta entidad, donde el año pasado sumaron más de medio millar de ejecuciones, precisamente en uno de los municipios más afectados por el narcotráfico, donde el 16 de diciembre pasado fue detenido el narcotraficante Alfonso Barajas Figueroa, alias Poncho el Feo.

El gobernador perredista Lázaro Cárdenas Batel lo recibió con un agradecimiento "por las operaciones emprendidas contra el narcotráfico", y aprovechó para hacer un reconocimiento público al general Audomaro Martínez, ex jefe de seguridad de Andrés Manuel López Obrador, quien estaba presente como uno de los mandos de la Operación Conjunta Michoacán.

Poco después de las 8 de la mañana, Calderón llegó al aeropuerto de Uruapan ataviado como si fuera soldado, con gorra de campo que lucía un escudo con cinco estrellas y chamarra de color verde olivo y pantalón beige. Luego se dirigió a Apatzingán, donde encabezó una ceremonia de saludo a la Bandera frente a las tropas y firmó el libro de visitantes distinguidos de esta zona militar.

A diferencia de su antecesor, Vicente Fox, quien usó vestimenta militar sólo en casos extraordinarios, como en 2001, cuando supervisó las obras de reconstrucción luego del huracán Isidore en Yucatán, el michoacano portó esta indumentaria en una ceremonia militar a la que tradicionalmente otros presidentes acudían vestidos de civil.

En 34 días de gobierno, esta es la quinta reunión que el mandatario nacional sostiene con elementos de base de las fuerzas armadas, lo que ha marcado la tónica del inicio de su administración.

Fiel a la disciplina militar, efectivos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), elementos de la Policía Federal Preventiva, marinos y militares que lo esperaban en el comedor fueron instruidos para dar la bienvenida a su invitado. "Vamos a suplicar a todos que cuando llegue el señor Presidente aplaudan", les dijeron, y luego los apuraron a tomar sus lugares en el comedor con un "¡rápido, jóvenes. Muévanse, muévanse!".

Flanqueado por los secretarios de la Defensa, Guillermo Galván, y de Marina, Mariano Saynez, Calderón señaló que iba a "tributarles" un reconocimiento. "Vengo hoy como comandante supremo a reconocer su trabajo, a exhortarlos a seguir adelante con firmeza, entrega y a decirles que estamos con ustedes".

Una vez que los operativos de seguridad de esta administración se extendieron a Baja California, declaró que su gobierno está decidido a recuperar la paz, no sólo en esas entidades, sino en toda región de México que esté amenazada por el crimen organizado.

Aunque reiteró que la lucha no es tarea fácil ni será rápida, pues tomará mucho tiempo e implicará enormes recursos de los mexicanos, incluso la pérdida de vidas.

Luego de que el Congreso de la Unión aprobó un incremento de 24 por ciento en el gasto destinado a seguridad respecto al de 2006, repitió que los miembros de tropa y marinería recibirán un incremento salarial "sustancial", pero no aclaró en qué proporción.

En su discurso, mencionó rápidamente que se requieren nuevas leyes para que "ayuden a perseguir y encarcelar a los delincuentes, no que los salven del castigo que se merecen".

La mayor parte de su mensaje se centró en destacar que las fuerzas federales no están solas y en ordenarles que sigan firmes en la batalla contra el crimen, "para que no desfallezcamos".

Al final del convivio, ya sin la ropa militar, que para entonces había entregado a su jefe de ayudantes, el teniente coronel Mario Castro, el michoacano se acercó a las 15 mesas y se despidió de mano, aunque serio, de la mayoría de los efectivos.

Cárdenas Batel reconoce a ex jefe de seguridad de AMLO

Acorde con el discurso del panista, el gobernador Cárdenas Batel felicitó a los comandantes de la XII Región Militar, general Manuel García Ruiz; de la IV Región Naval, Benjamín Macías Galván, a los generales Alonso Garrido y Chávez Mejillo, y del contralmirante Victor Uribe. Fue cuando resaltó la labor del general Audomaro Martínez Zapata, quien ocupaba un lugar en la mesa de honor, al lado del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y al final del desayuno se despidió calidamente del panista.

Cárdenas Batel no dudó en mostrarse cercano a Calderón. Además de que le dio una "muy calurosa bienvenida", aseguró que sólo se puede enfrentar con éxito a la delincuencia poniendo por encima el interés colectivo y dejando de lado las diferencias de origen partidista y político.

Aunque estableció que las operaciones de seguridad no pueden ser cabalmente ejecutadas si no se acompañan con una ofensiva igualmente fuerte y articulada en educación, salud y fortalecimiento comunitario.

Balance del operativo

A 22 días de iniciada la Operación Conjunta Michoacán, Galván Galván presentó un balance: 5 mil 23 plantíos de mariguana destruidos, en una superficie de 540 hectáreas, así como el decomiso de 6 mil 229 kilogramos del mismo enervante y 151 kilogramos de semillas de éste.

También fueron asegurados 4 kilogramos de semilla de amapola, 127 armas largas y cortas, 32 mil 800 cartuchos de diferentes calibres y 41 granadas calibre 40 milímetros; 35 vehículos, 19 mil 341 pesos y 2 mil 321 dólares. De igual forma, 80 personas fueron puestas a disposición del Ministerio Público.

Según el titular de la Defensa, estos resultados han sido "contundentes" y no tiene precedente en las estadísticas de combate en contra del crimen organizado en Michoacán, en un periodo corto.

A pesar de que 18 personas han sido asesinadas en las tres semanas del operativo, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, destacó que se ha logrado "acotar" la ola de ejecuciones que afectaba a la entidad.

(La Jornada, 4 de enero de 2007)

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lunes, 1 de enero de 2007

Un soldadito de plomo

jAIRO cALIXTO aLBARRÁN

jcalixto@milenio.com

Cómo estará de mal y tan aburrido el país que el único que podía sacarlo de su marasmo informativo de fin de año era El Peje declarando que Calderón con uniforme militar era “un soldadito de chocolate”. Y es que estarán de acuerdo con el hecho de que ya nadie se conmueve con los enésimos ajustes de cuentas entre narcos.

O sea, ¡qué flojera ser narco!, en vez de pasársela bomba como en las películas de los hermanos Almada, ahora andan en friega corrompiendo policías –algo que por mecánico debe ser aburridísimo—, matando gente y enterrándola en narcofosas, una chamba trabajosa, cansada y desprovista de glamour, cuya capacidad de sembrar terror se diluye. Bueno, ya ni siquiera los operativos militares les deben generar alguna emoción, pues las autoridades los organizan como burocráticos memorándums con copia para los cárteles de las drogas. Ahora bien, la batalla sucesoria del PRI, que es tan excitante como La guía de padres, la última herencia sahagunesca, tampoco es para detener las prensas. Ya no se digan las movilizaciones de la APPO, que son un tedio como los juegos de la Interliga. No tengo idea si Calderón es un soldadito de chocolate como afirma El Peje, pero de que se veía bien cotorro ataviado cual niño héroe, de eso no hay duda. Digo, se me hizo buena onda que desbordara su ingenio queriendo ser Luis Miguel en el video de “La incondicional” para conformar un mensaje ideológico-cómico-musical pero, tristemente, no a todos nos sienta bien el uniforme militar. Y se los digo yo que me tocó bola negra y terminé haciendo mi servicio en el Campo Militar número 1, donde lo más divertido era que con la lógica del “No pain no gain”, capitanes, sargentos y soldados experimentaban una particular delectación torturando conscriptos. Ahora, si bien el comentario pejiano no fue necesariamente ni amable ni de buen gusto como inexacto (desde mi punto de vista, Calderón no es un soldadito de chocolate sino que, a juzgar por sus primeras acciones de gobierno, es más bien un soldadito de plomo), tampoco era como para que la respuesta del PAN (“!AMLO no representa a nadie!”) fuera en un tono como de Sergio Mayer en La bella más fea. O sea, si el señor López no es nadie, entonces para qué le hacen caso, ¿por qué no le aplican la ley del hielo como al resto de los mexicanos que exigen mejores salarios?Antes al contrario, deberían agradecerle al tabasqueño que ya comenzó a ponerle sabor al caldo.

(Milenio, enero de 2007)

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El uniforme militar

Lorenzo Meyer

Fuerza. Iniciar el gobierno de un presidente débil con un gran despliegue de las fuerzas armadas y de la Policía Federal en Michoacán y Baja California es un arma de doble filo. Por un lado, puede mandar un mensaje de “mano fuerte” tanto al narcotráfico como al resto de la sociedad, en particular a la oposición. Por el otro, si la situación no se maneja bien, la acción puede resultar contraproducente, pues el gobierno se ha obligado a que su éxito en la lucha contra los carteles de la droga sea tan espectacular y contundente como el mensaje mismo. Vale aquí el símil con un cuerpo infectado: si el antibiótico no es el apropiado o se usa en dosis o forma erróneas, las bacterias terminarán fortaleciéndose y el mal se agravará.

La razón última en que descansa el poder del Estado, de cualquier Estado, es la fuerza. Cuando un gobierno decide hacer de esa fuerza la parte central de su primer gran mensaje a la sociedad significa que se pone lo que debiera ser su razón última como primera. Una decisión de esa naturaleza —una inversión de prioridades— sólo se explica porque existe una situación de emergencia, porque en el centro del poder se vive una sensación de debilidad e inseguridad o por ambas razones. Y es que apenas habían transcurrido 35 días del nuevo gobierno y éste ya había acumulado 18 eventos públicos donde el jefe del gobierno aparecía relacionándose positivamente con el Ejército, la Armada o una Policía Federal cuyo origen está en esas dos instituciones, (Proceso, 7 de enero, 2007).

Uniforme. El uso de la fuerza física del Estado es una tarea de cuerpos especializados y que generalmente la ejercen portando un uniforme que los distingue. Desde tiempos remotos, particularmente desde la época de la Roma imperial, los ejércitos usan uniformes, entre otras razones, como forma de expresar públicamente la naturaleza de su función. En el caso de las monarquías o dictaduras militares, el mismo jefe de Estado viste ese uniforme, pero en el siglo XX y aunque no eran propiamente militares, Hitler, Stalin o Mao gustaban de atuendos con aire militar para remarcar la importancia de la fuerza en su proyecto. Sin embargo, en las repúblicas democráticas lo usual es que el Presidente no use atuendo militar, lo que no disminuye sino que da un mejor sentido a su papel de jefe de las fuerzas armadas.

Que en situaciones supuestamente normales el líder civil de una república democrática decida presentarse en público vistiendo partes de un uniforme militar es, por decir lo menos, una situación tan fuera de lo común que, de no explicarse como una mera excentricidad, implica un ambiguo mensaje político. En nuestro pasado, Venustiano Carranza, un civil que actuó como “Primer Jefe del Ejército Constitucionalista” que se enfrentaba a un gobierno de soldados golpistas, decidió portar un atuendo similar al militar, pero sin insignias. Esa decisión se justificó entonces porque el país vivía una situación de guerra civil. Sin embargo, tras el triunfo del carrancismo, los presidentes —hasta 1946 casi todos ellos militares—, optaron por aparecer en público como civiles, justamente para hacer gala de una legitimidad supuestamente ganada no con armas sino con votos.

Fotografía. El 4 de enero, y sin que mediara guerra civil o emergencia nacional alguna sino sólo la operación contra el narcotráfico, todos los medios de comunicación mexicanos difundieron la imagen de un Felipe Calderón portando una gorra y una chamarra verde olivo, aunque sobre una camisa, pantalón y calzado de civil. El conjunto daba la apariencia no de marcialidad, sino de lo que hoy se denomina “atuendo casual” y en una talla no apropiada. La indumentaria en cuestión tenía un águila rodeada de cinco estrellas: el símbolo que corresponde en México al jefe nato de las fuerzas armadas (“general de generales”), aunque para identificarlo había que prestar atención, pues águila y estrellas eran obscuras, justo para que pasen desapercibidas a ojos de un posible enemigo. En suma, la imagen se apartaba, con mucho, de lo que se supone que debe ser la “figura presidencial”.

Identificación. Como ya se advirtió, el esfuerzo de identificación de Calderón con las fuerzas armadas es, por ahora, uno de los rasgos más notorios del arranque de su gobierno. Desde el primer día y hasta culminar en la escena del “semi uniforme” —que tuvo lugar en la 43o. zona militar, en Apatzingán, a donde acudió a “rendir tributo” a las fuerzas armadas en lucha contra el narcotráfico—, Calderón se ha esforzado por hacer patente que el ejército está con él y él con el ejército, al punto que exentó a la dirección de las fuerzas armadas de ese modesto gesto de austeridad que fue la disminución en los sueldos de la alta burocracia del 10%.

El deseo de hacer notoria tanta cercanía con el sector militar ha producido varias explicaciones. De entrada, está la debilidad electoral. Formalmente y desde que se supone que en México se elige al Presidente por voto directo, ninguno había tenido que aceptar una victoria de apenas poco más de un tercio del total y con sólo medio por ciento por encima de su rival. Además, enfrenta una oposición que no lo acepta como legítimo porque la naturaleza de la campaña electoral y el conteo de los votos impidieron que la elección cumpliera los requisitos constitucionales de imparcialidad, equidad, legalidad y certidumbre. Está, además, el hecho de que las encuestas de opinión han dado por resultado que las fuerzas armadas, a ojos del ciudadano, es una institución más confiable que la Presidencia. En fin, que es casi inevitable concluir que la ostentosa cercanía del jefe del Ejecutivo con el ejército se origina en un sentimiento de inseguridad y en la decisión de mostrarse como un mandatario dispuesto a usar la fuerza para imponerse sobre quienes le desafíen, como fue ya el caso de las acciones de la Policía Federal contra la APPO en Oaxaca —acciones donde, por cierto, abundaron abusos e ilegalidades (El Universal y La Jornada, 9 de enero)— y son ahora las emprendidas contra el narcotráfico.

El instrumento y su historia. William Ralph Inge, escritor inglés del siglo pasado, advirtió lo obvio: “Alguien puede construirse un trono de bayonetas, pero no podrá sentarse en él”. Depender de manera abierta del ejército para mantener el orden institucional no es lo apropiado para democracia alguna en tiempos supuestamente normales, menos para una tan poco asentada y con una historia como la mexicana.

En 1810, la guerra de independencia catapultó de manera inesperada a un ejército de reciente creación al primer plano de la vida política mexicana. En 1813, el general Félix María Calleja pasó de salvador militar del orden colonial al derrotar a los insurgentes a desplazar a Francisco Javier Venegas como virrey. La independencia misma la llevó a cabo un militar criollo —Agustín de Iturbide— que también de improviso cambió de bando y se proclamó emperador. A partir de entonces y hasta pasado el medio siglo, la figura del general Antonio López de Santa Anna se constituyó en el eje de la política de un Estado fallido, como fue México en sus primeros decenios de vida independiente.

Benito Juárez, un civil, dependió siempre del ejército para mantenerse en el poder y empezar a dar forma a un Estado digno de tal nombre. Finalmente, el general Porfirio Díaz fue quien estabilizó la situación a cambio de una dictadura. Tanto Juárez como el propio Díaz, en cuanto pudieron, restaron efectivos y preeminencia a las fuerzas armadas. La Revolución de 1910 fue conducida inicialmente por dos civiles —Francisco I. Madero y Carranza—, pero ambos fueron asesinados por militares traidores y a partir de 1920 y hasta 1946 México fue gobernado por militares (salvo por las breves presidencias de De la Huerta y Portes Gil). Sin embargo, todavía después, la sombra política del ejército siguió pesando, como lo indica el número de generales que fueron presidentes del partido oficial o el papel que jugó el ejército en las crisis políticas del henriquismo, de 1968 y la “guerra sucia”.

Tras el fraude de 1988, Carlos Salinas también buscó, al inicio de su gobierno, aparecer repetidas veces arropado por el ejército y fueron militares los que le sirvieron de instrumento en el golpe espectacular que lo afianzó en el poder: el arresto del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”.

En suma. La simbiosis Calderón-fuerzas armadas, más que un mensaje de firmeza, se puede interpretar como inseguridad. Más inquietante aún es el papel del ejército en la lucha contra el crimen: si falla será un desastre y si triunfa ¿volverá al discreto segundo plano político del que ha salido?

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El presidente militarizado

Daniel Lizárraga y Francisco Castellanos

Felipe Calderón pudo conocer los protocolos militares a los 43 años, a partir de que ganó las elecciones internas de su partido y se convirtió en aspirante a la Presidencia de la República y le asignaron al teniente coronel Mario Castro como su jefe de escoltas.

Por eso causó sorpresa a los reporteros que Calderón apareciera públicamente vistiendo un uniforme de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas –en el campo militar de Apatzingán, Michoacán– y que hablara como si fuera militar.

“Ustedes trabajan sin descanso para que todos los mexicanos puedan, precisamente, tener oportunidades de trabajo y sacar adelante su familia –le dijo a la tropa el miércoles 3–. Por eso he querido comenzar con las actividades de este 2007 con ustedes, compartiendo el pan y la sal, compartiendo el rancho, como se dice en la jerga militar, expresándoles en nombre de todos los hombres y mujeres de México un merecido reconocimiento a su labor.”

Ese día, los organizadores colocaron en la mesa de honor al general de arma blindada, Audomaro Martínez Zapata, quien durante 2006 pidió licencia para encargarse de la seguridad del excandidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador. Y aunque el presidente Calderón no mencionó al general cuando agradeció los resultados en su lucha contra el narcotráfico, el nombre y el rostro de Audomaro Martínez aparecieron en las páginas de los diarios de circulación nacional.

A este militar de alto rango no se le veía desde el pasado 5 de agosto, cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) validó el triunfo de Calderón en las urnas. A partir de esa fecha, el Ejército envió a Martínez Zapata a un cuartel de Oaxaca.

El jueves 4 –un día después del saludo militar en Apatzingán–, la Presidencia de la República escaneó en su página de internet la constancia de mayoría a favor de Felipe Calderón otorgada por el TEPJF, en otro hecho insólito. Se trata de tres imágenes, en una de las cuales se distingue el nombre del excandidato panista, acompañado de la frase: “Presidente Electo de los Estados Unidos Mexicanos”.

Desde que asumió el poder, el pasado 1 de diciembre, Felipe Calderón se ha refugiado en la logística del Estado Mayor Presidencial (EMP). Gracias a un exitoso operativo del Estado Mayor Presidencial, el panista pudo rendir protesta en la Cámara de Diputados. Además, los anuncios oficiales sobre los operativos contra la delincuencia en Michoacán y Tijuana, así como los informes de los despliegues militares se realizan en el salón Adolfo López Mateos, de Los Pinos.



Vocación tardía



Desde que los civiles tomaron el poder, Felipe Calderón es el primer jefe del Ejecutivo en usar el uniforme militar y, sobre todo las cinco estrellas, a pesar de que apenas lleva un mes en Los Pinos.

El expresidente José López Portillo, quien era muy dado a utilizar las insignias militares y a pasearse por los campos de entrenamiento saludando a lo soldados, lo hacía siempre en fechas históricas o durante las prácticas.

El último militar de carrera que gobernó México fue el general Lázaro Cárdenas. A diferencia de éste, Calderón estudió derecho en la Escuela Libre de Derecho y obtuvo una maestría en Economía en el Instituto Autónomo de México (ITAM), así como otro título en Administración Pública en la Universidad de Harvard, Estados Unidos. Nunca tuvo una relación con el Ejército o la Marina en su carrera política.

Antes de que el Partido Acción Nacional (PAN) lo lanzara como candidato a la Presidencia de la República, fue presidente nacional de su partido, representante ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, diputado federal en dos ocasiones, así como secretario de Economía, entre otros cargos.

Durante la campaña electoral aparecieron dos perfiles del entonces candidato panista, primero el de Salvador Camarena, en el libro Los suspirantes, y luego el de Rodrigo Vera, en la edición especial de Proceso número 19 titulada Historias sin retoque, en las que se mencionaba que el único contacto que Calderón tuvo con la milicia fue cuando hizo el servicio militar en su tierra, Michoacán, mientras cursaba la preparatoria en el Instituto Valladolid. Nada más.

Esta escuela, de acuerdo con las mismas fuentes, está dirigida por la orden religiosa de los maristas, no por militares. Su padre, Felipe Luis Calderón Vega, fue un civil, fundador del PAN. En su familia no hay un sólo militar de carrera, ni siquiera un amigo cercano dentro del Ejército que le hubiera podido inspirar una vocación por las armas.

A partir de que rindió protesta ante la Cámara de Diputados, la agenda presidencial la han ocupado centralmente las Fuerzas Armadas. Entre el 1 de diciembre pasado y el 4 de enero, Calderón ha presidido 18 encuentros o eventos relacionados con el Ejército, la Marina y la Secretaría de Seguridad Pública.

Además, en su promocional televisivo más difundido aparece Calderón enviando un mensaje a las Fuerzas Armadas. En 28 segundos, una solemne voz en off comenta: “En México prevalecerán el orden, la legalidad y las instituciones. Es nuestro compromiso. Para que vivamos mejor el gobierno actúa. Presidencia de la República”.

Estas palabras van acompañadas con imágenes de militares tocando tambores, del nuevo mandatario caminando a paso marcial y, finalmente, rindiendo protesta ante la Cámara de Diputados, arropado por los aplausos de eufóricos diputados panistas.

El miércoles 3 de enero, apenas dos horas después de haberse colocado la casaca verde olivo y el quepí con las cinco estrellas, el presidente Calderón se puso la playera de las Chivas del Guadalajara, el campeón del futbol mexicano. Aunque el mandatario es seguidor de otro equipo –el Morelia–, se arropó con la prenda de uno de los dos equipos más populares de México. Al otro día, las fotografías de Calderón como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y la que mostraba al presidente con la camiseta Chiva aparecieron juntas en la prensa.

La indumentaria militar de Calderón fue criticada por analistas y expertos en temas castrenses. En sus colaboraciones para Reforma, el viernes 5, Rafael Segovia y Carmen Aristegui abordaron el asunto.

Segovia tituló su artículo Se pide silencio y escribió: “El Presidente no necesita tales disfraces, antes bien dañaría su imagen pues tras un largo periodo de generales presidentes, uno de los principios del sistema político mexicano es el dominio del poder civil. La inmensa popularidad de Miguel Alemán cuando asumió la Presidencia radicó en ser precisamente un civil. Quienes se opusieron posteriormente a los presidentes civiles fueron en algunos casos los militares, lo que fue un elemento en su contra”.

Y Aristegui, en Comandante supremo, mencionó que “el debilitamiento de las fuerzas políticas mexicanas a raíz de una disputa desordenada, intervenida y violentada por la Presidencia de México, no sólo ha dejado al país dividido, sino que ha hecho irrumpir a la estructura militar como la única garante visible de la estabilidad nacional”.

El investigador Javier Oliva, experto en temas castrenses que busca la dirección nacional del Partido Revolucionario Institucional, considera que el mandatario “abusó del protocolo castrense” en aras de proyectar una imagen de autoridad y legitimidad.

Dice que se sorprendió al ver a un presidente de la República vestido de militar, ya que el uso del uniforme y las insignias militares es característico de naciones como Venezuela y Cuba.

Señala además que los presidentes nunca usan las cinco estrellas para visitar a la tropa, mucho menos lo hacen rodeados por decenas de reporteros y fotógrafos; sólo se usan en las prácticas de gran envergadura.

(Proceso, Enero 2007)

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